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Viernes 3 de octubre de 2025
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Emilio de Justo resucita por la Puerta Grande
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Tras un dramático percance, apasiona con una faena sin ayuda en una lujosa corrida de Victoriano
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| Sonó un trueno infernal, un estruendo mortal y rosa, cuyo eco aún zumba en el tímpano. Un estallido que conmocionó Madrid cuando Pudoroso prendió por el muslo a Emilio de Justo en la primera serie diestra. Apuntaban al cielo los pitones, que no perdonaron la violenta cogida. Porque cada vez que un toro roza el cuerpo del pacense es para reventarlo. Qué palizón. No contentas las dagas de silbar en el triángulo de Scarpa, acariciaron la zona que cubre el fajín y golpearon las costillas. Inerte quedó el torero, envuelto en un capote. Mortal y rosa. Como el percance. Los brazos de las cuadrillas, convertidos en una camilla de plata, llevaron a la enfermería al hombre que vestía de oro, cargadísimo de oro su terno verde Extremadura. Con el rostro pálido, grogui, desmadejado sobre aquellos que lo trasladaban hasta las manos del doctor Padrós. Conmocionada toda la plaza, sin versos para aliviar la verdad del toro, el que mata, el que hiere, el que deja en una silla de ruedas, como aquel de Pallarés de la encerrona... Una imagen, ya dentro del callejón, para olvidar, pero difícil de borrar. No se vislumbraba desde el tendido sangre, pero la cornada se presentía. Su apoderado nos anunció el milagro: no había herida por asta, aunque sí una dolorosa lesión costal, con posible fisura o fractura. Los médicos le recomendaron viajar al hospital para hacerle un estudio, pero De Justo, al que le faltaba el aire, sin apenas poder sostener una muleta, dijo que saldría. | | | A las ocho menos cuarto abandonaba el hule el héroe de Torrejoncillo para dar cuenta del segundo su lote, lidiado en sexto lugar. Porque aquel drama inicial hizo variar el orden de lidia de una corrida de Victoriano del Río que merece honores ya en estas líneas, un lujo de corrida. Una corrida de ricos por hierro y hechuras (¡en el mes de octubre!) para toreros que suman un puñado de Puertas Grandes y a los que midieron con severidad. Una corrida para hacer historia –¡cómo fue el bravo lote de Rufo!–, pero en la que todos los animales se arrastraron intactos, salvo Diamante, un manso con mucho carbón y transmisión que no fue ni de lejos de las joyas de la corona. Pura emoción este capítulo, que arrancó a las siete y cuarenta y cinco. En pie se ponían sol y sombra para recibir a Emilio, infiltrado y roto, con la paliza en lo alto, pero con un amor propio que superaba cualquier adversidad. El dolor podía esperar... Y las pruebas radiológicas, también. Tocaba el examen de Madrid, en una tarde en la que se midió con enorme exigencia a los toreros, en la que tan solo Borja Jiménez habría logrado despegar alto, aunque no redondease. | | | El sentimiento, esa carga de emotividad, se adueñó de la Monumental con Diamante, un manso para pulir, tan lustroso y con su seriedad cinqueña de pitón a rabo. Con una larga cambiada de rodillas lo saludó el cacereño, decidido, queriendo siempre. «¡Viva la madre que te parió!», gritaron. Y entonces ahondó en verónicas para partirse la camisa. Un primor, de las que de llevar otro apellido acaparan premios. Arrebatado en el galleo por chicuelinas mientras la luna asomaba por esas nubes de las que todos estamos hechos, que cantaba Pablo Guerrero. Había un silencio conmovedor, solo apagado por los oles, que crecieron en la revolera. Sin embargo, el Victoriano se desentendía y se piraba suelto. Tuvo que lidiarlo por abajo Morenito para ponerlo en el peto. Costoso en varas y aún más en banderillas, con esa manera de apretar hacia los adentros. Apoyado en el burladero, cabizbajo, con el cuello dolorido y el alma ardiendo, el matador observaba cada embestida. Qué seriedad transmitía este sexto por fuera y por dentro. Emilio se marchó hasta el mismo platillo para brindar a su Madrid, ora hiel, ora miel. Se desprendió de la ayuda y presentó la derecha al natural, con el corazón prendido a la tela escarlata, a esa tela roja como la sangre que a punto estuvo de derramar. Como si aquello no importara, se abandonó en una trinchera monumental, con un desdén de torerísimo dibujo. Una maravillosa explosión: hervía el caldero capitalino. Aquella casta (geniuda) había que dominarla por abajo. Y el torero lo hizo desnudo de ayuda, desmayado, aguantando una barbaridad. Exponiendo con sinceridad mientras Diamante, al que había que pulir, punteaba. Hubo un cambio de mano de quitarse el sombrero antes de unos zurdazos meritísimos. Frente al burladero de areneros revoloteaban las musas, con el gentío loco, excepto algunos que veían que aquello podía desencadenar en la sagrada Puerta Grande. Había que frenarla... Y lo cierto es que solo el acero, caído, pareció cerrarla. Pero después de que asomara el pañuelo de una oreja de ley, el palco se sumó a la emotividad del momento y entregó las llaves de la gloria a un torero que ha cabalgado por tanto sacrificio y sufrimiento. Sí, la espada no fue digna de una salida a hombros, pero el conjunto de su tarde lo pedía. El público, en su mayoría, salió encantado, aunque no faltaron las protestas y los «¡fuera del palco!» por dejarse llevar más por la sensibilidad que por la exigencia. | | | Emilio deJusto sale a hombros. // Tania Sieira | | | Fue una corrida de consagración, «de ricos», como Julián Guerra comentaba la noche anterior a Borja Jiménez a orillas del Tormes. Asentado y con una importante dimensión estuvo el de Espartinas en una tarde en la que lo querían ver (encantó cuando se cruzaba ‘pisando hormigas’ y toreaba al ralentí), mas midiéndolo una barbaridad, como a una máxima figura. Por hache o por be se fue a pie, aunque en su primero rozase la oreja. Mucho se acordará de esta corrida Tomás Rufo con un lote de bravura entregada, un lote de cuatro orejas merecedor de otra crónica. Don Victoriano del Río no falló: una corrida de ricos para pedir riquezas en los despachos con la que la pasión de Emilio de Justo sumó su quinta gloria madrileña. | | | • | Monumental de las Ventas. Viernes, 3 de octubre de 2025. Primera corrida. Viernes, 3 de octubre de 2025. Segunda de feria. Lleno. Toros de Victoriano del Río y Cortés, de lujosas hechuras en general y notable juego; extraordinario el lote de Rufo, de entregada bravura. | | | • | Emilio de Justo, de verde Extremadura y oro: pasa a la enfermería en el primero y lomata Jiménez (silencio); en el sexto, estocada trasera caída (dos orejas). | | | • | Borja Jiménez, de celeste y oro: en el tercero, pinchazo y estocada desprendida (saludos tras aviso); en el quinto, estocada trasera tendida (saludos tras aviso). | | | • | Tomás Rufo, de turquesa y oro: en el segundo, estocada desprendida (pitos); en el cuarto, pinchazo y estocada corta (pitos). | | | | |
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Esperamos que haya disfrutado de este paseíllo.
¡Hasta pronto!
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