¡Buenas lecturas a todos! Volvemos a la carga... Ya está inaugurada la muestra individual que Guillermo Pérez Villalta (y ya lleva unas cuantas en este espacio) celebra estos días en la galería Fernández-Brasso, la misma que recoge sus pinturas más recientes que, en muchos momentos, se convierten en anagramas del vocabulario espiritual y creativo del artista: 'Intuición', 'Belleza', 'Conocimiento'...

Bien queda explicado en el catálogo, en el que se deja asesorar por Óscar Alonso Molina, uno de los críticos que mejor conocen a este artista, y con el que en breve mantendrá un bonito encuentro en Ogami Press (este mismo jueves, 20 de noviembre) con motivo de otro proyecto gráfico en este segundo espacio titulado 'Verbum et Imago'.

ABC Cultural tuvo el privilegio de ver esas obras antes de que llegaran a Madrid, y en un entorno tan especial como el propio taller del artista en Tarifa, el lugar en el que todo comenzó, y que se establece como un personaje más en sus 'Memorias', cuya publicación fue la excusa perfecta para charlar con él la penúltima vez.

Porque el estudio-vivienda de Pérez Villalta es un lugar mágico en un contexto mágico: un laberinto de habitaciones (estancias para alimentar la mente, pero también el cuerpo) en torno a un patio y en cuatro plantas en el que la joya de la corona es esa azotea que mira a África y desde la que el pintor atisba Ceuta a un lado, Tánger al otro. Y cuya luz y viento se respiran luego en sus lienzos. Tras pasar por allí se entiende mucho mejor el imaginario de esta artista tan particular.

La Yoko Ono feminista se comió a la autobiográfica, la que hace tanta referencia al cielo en sus obras, a mirar hacia arriba y escapar ante el miedo de los bombardeos que vivió en Japón de primera mano durante la Segunda Guerra mundial; la Yoko Ono que separó a Los Beatles, el personaje, se comió a la artista seria y comprometida con su propuesta.

Y la historiografia se comió a una creadora que en muchos casos fue más fluxus que Fluxus (véase el libro 'Pomelo' con el que arranca su nueva cita leonesa), y que escribió páginas sobre la 'performance' y el 'conceptual' mucho antes que algunos de sus compañeros de viaje, a los que se le reconoce la autoría de algunos de sus hallazgos.

Por eso es tan necesaria la exposición que acaba de presentar sobre su activismo artístico el MUSAC de León, otro tanto que se apunta su director, Álvaro Rodríguez Fominaya, que está sabiendo tirar de agenda y de amistades como nadie (Yoko le toma el testigo a Ai Wewei, y es que los años del canario en el sudeste asiático están dando sus buenos frutos en España).

Una cita disruptiva, juguetona, situadora, participativa y pedagógica, en la que solo entrar (a través de una cortina de cuentas, de un pasillo de espejos o de un tobogán) ya es una toma de posición por parte del espectador, que tendrá que asumir si la visita triste o feliz, con afán constructivo o destructivo, entrando en el juego o bordeándolo. La implicación es necesaria si se quiere desde luego 'desvestir' a la artista, tal y como se hizo el día previo a la inauguración con la recuperación de la performance 'Cut Piece', un icono de la creadora.

Son muchas las exposiciones que se han realizado de Juan Muñoz desde su muerte (y nos queda la duda de si él hubiera ocupado los espacios que invaden sus enigmáticas esculturas como lo están haciendo los distintos comisarios que se acercan a su obra). Sin duda, aquella que le llevó a la Sala de las Turbinas de la Tate, y que no llegó a clausurar en persona por su repentina muerte, marco un hito. De ella nos queda su reconstrucción hoy en Planta (Lleida).

Pero quizás pocas con el además calor humano de la que ahora le celebra el Museo del Prado. Paseando por ella, se entienden muchas cosas de su vocabulario. Muñoz siempre reconoció su pasión por un templo artístico como este, y aquí, se comprende como en ningún otro sitio su imaginario, la teatralización de sus instalaciones, sus mensajes universales: todo eso ya estaba en los grandes maestros, de Velázquez a Goya, a los que asume que 'tomó prestado' y homenajeó a partes iguales.

Por eso el gran aliciente de la cita es, además, ver algunas de sus propuestas en diálogo con los grandes tesoros de la pinacoteca: Esa Sarah invitando a una partida de billar imposible frente a 'Las Meninas'; esos 'tentempie' complicando el paso en la galería Central despertando a Rubens, a Tiziano...; esos hombres suspendidos en los huecos de las escaleras... Regresar a Juan Muñoz es hacerlo a lo genuino del arte. Desen en placer y el capricho. Vicente Todolí como comisario, y todo el statement, saben bien lo que hacen.